Sinopsis
Las palabras “que todos sean uno” (Jn 17,21), pronunciadas por Jesús en la vigilia de su pasión y muerte y transmitidas a nosotros como su testamento, no son un mandamiento sino una oración dirigida al Padre. Por lo tanto el alma profunda, la esencia misma del ecumenismo es participación a esta oración de Jesús. En este sentido, podemos estar seguros de que todo lo que le pediremos en su nombre se nos dará: cuándo, dónde y cómo Dios lo quiera (cf. Jn 14,13).
Esta oración de Jesús es entonces el punto de partida del cual derivan los aspectos esenciales de un ecumenismo espiritual. Tal oración no puede ser una simple profesión hecha con los labios, dicha con muchas y rebuscadas palabras (cf. Mt 6,6). Asociarse a la oración de Jesús significa más bien rezar en el espíritu de la conversión; significa también purificación de la memoria y perdón recíproco, en el tentativo de superar los malentendidos y los prejuicios del pasado, en el esfuerzo de construir confianza y auténtica amistad. No puede haber ecumenismo sin conversión y santificación personal.
Chiara Lubich en 1967 fue invitada por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) a su sede de Ginebra par compartir la espiritualidad de la unidad que, en una siguiente visita en 1982, fue definida como “un estilo de vida ecuménico”
Lubich fue invitada por tercera vez en el 2002. El programa de conferencias realizado es una suerte de “breve curso” para conocer su experiencia ecuménica y la de los Focolares por ella fundados.
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